miércoles, 4 de noviembre de 2009

¿Cuántas preguntas nos llevarán a "La Respuesta"?

Soñaba hace unas noches un sueño que me resultó interesante:
Un niño andaba por la calle con su padre y le hacía preguntas de cada cosa que se le ocurría, el padre con paciencia trataba de satisfacer su curiosidad con respuestas imaginativas, vivaces, coloridas, era su manera de estimular su deseo de saber.
Años después un día el niño, joven aún pero ya hecho y derecho, se le acerca al padre y le agradece por las respuestas que le dio a sus muchas preguntas.
El padre lo mira extrañado y le dice "hijo, sólo hice lo que cualquier padre hace con el hijo que quiere, atendí tus inquietudes con amor"
El joven le cuenta que se sentía afortunado pues, por la manera de responder que había tenido, aprendió a disfrutar las respuestas, a quedarse luego recordándolas y llenando su cabeza de niño con los colores y la vivacidad de las mismas, realmente disfrutando.

Hoy esa fortuna le estaba permitiendo quedarse a disfrutar de las respuestas que iba encontrando a preguntas que iban surgiendo en su vida respecto a temas trascendentes, importantes.
"Observo, le dijo a su padre, que la mayoría de mis compañeros de trabajo están permanente pasando de una pregunta a la respuesta y de ahí, inmediatamente a otra pregunta, como si tuvieran una adicción a preguntar más, sin darse el tiempo para que esa respuesta sea aquilatada, sopesada, incorporada a su experiencia de vida sino solamente dándose por satisfechos porque ya ha sido respondida".

Pensaba él que había podido apreciar que siempre tendría preguntas para hacerse, pero que sólo el quedarse el tiempo necesario a "habitar" la respuesta le permitía disfrutarla aprovechando tanto el placer de haber  resuelto la pregunta, como el proceso de incorporarla de manera que así el tiempo dedicado a la tarea adquiría el valor correspondiente. Más aún, había concluido que en muchas oportunidades "La Respuesta" a las preguntas que se hacían las personas estaba ahí, en una de aquellas respuestas que pasaron rápidamente sin paladear, sin disfrutarla.

Al despertar y recordar ese sueño, me quedé pensando ¿estoy disfrutando, habitando, mis respuestas? ahora me estoy dando el tiempo para disfrutar la respuesta a esa pregunta, ¿y tú?

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